Yo

viernes, 23 de septiembre de 2022

Hoy llueve

Hoy el cielo soy yo. Llora conmigo, a raudales. Y nubes negras dibujan relámpagos cada vez más cerca, seguidos de un estruendo que rompe en mi cabeza.

Hoy lloro de tristeza y siento rabia porque mi alma se rompe en pena. 
Autovías de posibilidades a escoger que mis lágrimas no me dejan ver. Se empañan mis cristales. Bajo ventanillas buscando un ápice de aire. Doy las luces y no alcanzo a ver un punto fijo que me sirva de referencia en mi estado cognitivo. 
Los parabrisas parecen locos de un lado a otro, con la desesperación de que su trabajo hoy no se ve recompensado, pues ésta es una lluvia torrencial. Caballos desbocados.

Y giro, a ver si éste puede ser el camino, pero no. Un túnel desbordado tiene una advertencia escrita, el agua. 
El agua que me llega hasta la barbilla. Que no me deja respirar. Fugas inadvertidas. 

Así que salgo del coche. Cierro tras de mí la puerta y reposo mi cuerpo en ella. Me mojo, como si hubiera entrado vestida en una ducha fría para ver si mi mente espabila y abre mi capacidad torácica para expandirme. Respira!
Y lloro. Mientras se cala mi ropa en mi cuerpo, sollozo, grito en silencio porque no me sale la voz. Grito en sonido sordo y siento que voy vomito el corazón.

Y no puedo más. En mi pelo corto caen gotas de agua que llego a acariciar con mis manos, y no puedo dejar de tocarme sintiéndome perdida en una tormenta de emociones que me parece sobrenatural.

Una batalla interna que mi cuerpo sufre de nuevo y pasará factura... Sin más.
Funciona así. Funciono así. Sintiendo que me rompo y que me vuelvo a reconstruir.

Una estación de tren, un largo y gris badén que me da para coger carrerilla y coger barandilla de un tren del que desconozco su destino, pero señales en sueños infinitos me avisan de que puedo perderme, pero ésta vez, por escapar de un dolor atronador que no descansa en ésta tormenta.

Llegará la calma, durante la espera, pero hoy no veo de cerca con ésta lluvia violenta.

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