Yo

jueves, 7 de julio de 2022

El hombre

Miles de puntos negros formando el juego de la serpiente siguiendo órdenes de un látigo de más de siete puntas. 
Nudo de serpientes en el que un órgano de Jacobson pretende descifrar quién y con qué pretención se acerca el siguiente peligro. 

Fábrica de crianza donde un sexador es capaz de dictaminar quién es apto y quién no para seguir tejiendo una red de araña donde el tejedor es presa de su propia obra, el que carece de público. Cadenas y golpes entre bastidores donde nadie tiene en cuenta nada.

Pijama de rayas con número determinado segun sea cuándo, cuál, cómo y el porqué de su procedencia. Postrados uno al lado de otro formando mosaico para generar la gran sonrisa, de oreja a oreja, del que no lleva una batuta, sino un bate con hierros acabados en punta al que presuntuosamente se le ha otorgado el bonito nombre de Lucille.

Aletargados. Entes en blanco, automatizados. Hormigas en fila india  siguiendo patrones de insignia vapuleadas por sus propias consignas. 

Bombardeo audiovisual con diferentes reseñas para asegurar un futuro inexistente en el que el juego del colgado se cobra en contrapartida.

Puntos que abren alas y pasan a lista de desclasificados. Perdidos. Errantes de cara a la masa. Pardillos, por no seguir el cauce que establece "la madre tierra?"
Creyendo vivir en una libertad acotada entre corchetes.

¡Paren el mundo que me quiero bajar! Gritaba Mafalda en una viñeta de Quino.
Un mundo salvaje donde el animal, en la zona más alta de la pirámide de Maslow no encuentra techo. Siguen creandose zonas a cada cuál más involutiva, para disgusto de Darwin.

Quien se ha interesado un poco por la historia sabe que el hombre es animal de guerra. Sabe que se repite una y otra vez el mismo cuento, la misma moraleja. 

Triste. Una evidencia.









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