Yo

viernes, 29 de abril de 2011

Vigilada

Corrió la cortina. Temerosa, de encontrarlo de nuevo abajo, observándola, a la espera de verla, con aquella cara de tranquilidad, que producía temor en ella. Sabía que estaría ahí. Como cada día. Esperaba paciente dicho momento. De pie, apoyado en la farola. Con las manos en los bolsillos. Tranquilo. Expectante, de saber con qué cara amanecía hoy ella. Deseoso de verla. Esbozando en su rostro aquella sonrisa maquiavélica. Repugnante.
Echó la cortina rápidamente. Sin poder mover su cuerpo. Estática. Incapaz de reaccionar. De su cuerpo se había apoderado aquél malestar que se volvió crónico en el momento en el que él apareció en su vida.
Ausente. Así quedaba ella al darse cuenta de que se hallaba recluída en su propia celda. No era capaz de salir de su propia casa. El terror que le ocasionaba el saber que la esperaba, hacía que ni siquiera quisiera ser liberada. Sus más íntimas amigas venían a consolarla. Consolarla de un terror que desconocían. Que ella sólo guardaba en lo más profundo de su alma. No entendían aquél estado. Aquella agonía que la tenía recluída en apenas 75 metros de estancia habilitada. Pero seguían visitándola con frecuencia. Aunque apenas no consiguieran nada. A diario aparecía su novio, renegando. Del estado en el que se la encontraba. En bata, con los pelos alborotados, sin apreciar apenas nada. Apagada. Su piel blanca denotaba la carencia del sol en su cara. Triste. Derrotada. Él no entendía en ningún caso su estado, no entendía el pavor que sentía el oír hablar del pasado, o de su paso al exterior en todo caso. Ella guardaba su pena. Sin decir nada a nadie, ni a la persona que se suponía se preocupaba por ella. El miedo que recorría por sus venas de incertumbre en su vida, no dejaba expresar la situación depresiva a la que había sucumbido después de entender que no iba a dejarla vivir en paz nunca más.
Pasaban las horas, los días, las semanas, los meses... 5 meses para ser exactos. Habían desaparecido las amigas, su novio. Había perdido todo, y no sólo refiriéndome a las personas que la trataban, sino, a su propia vida. No sabía estar tranquila. Había dejado de estar apoyado en la farola pero temía que hubiera encontrado mejor escondite, como tantos otros años la había acechado. Rezagado en la invisibilidad a simple vista, y el disimulo. Siguiéndola a todas partes, vigilando cada paso que ella daba, cada sonrisa dibujada, cada gesto esbozado, cada silueta imaginada en la perturbada mente de semejante sujeto.
Ahora sufría el miedo de lo desconocido. De no saber dónde se encontrara. De si la seguiría persiguiendo, o habría desistido ya en el intento. ¿Quién le curaba ahora de tal sentimiento? Ante todo ¿Existiría cura? Lo dudo. Sufríria toda su vida por ello. Por sus palabras susurradas en aquel momento...

-Como habras la boca te mato.


Sangre

Camino como alma en pena por el espacio infinito de la ausencia. Me detengo. El tiempo transcurre normalmente a mi alrededor, las secuencias corren según su estipulación. En otra dimensión. Donde nadie puede verme ni notar mi palpitación. Aunque creo haber dejado de existir. Muero por dentro sin saber del todo cierto la respuesta de mi estinguir. Sólo sé que quiero huir. Quiero desaparecer. Aún no sé si volver a renacer. Si es en ésta vida no. No quiero sentir más dolor.
Cansada de sufrir. Es por culpa de éste corazón, que no deja de latir. De sentir. Dolencias en su interior que repercuten en mí. En mi estado anímico, se puede decir. Hace muchos años era fuerte, capacidad de resistencia extraordinaria. Armadura a juego importante en la batalla. Poco a poco fue debilitando su constancia, no tiene la misma fuerza, y su resistencia se ha visto gravemente afectada. Ya no hablemos de su armadura, que la perdió hace escaso tiempo en su última disputa. Ojalá la encontrara y recuperara toda esa ilusión perdida por las batallas sufridas.
Quise arrancarlo de mí. Abrirme el pecho en canal, desgarrando mi piel, sangrando placer al extraerlo de mí. Obrservarlo aún latiendo en mi mano. Sangrando vida. Sangrando dolores y alegrías. Quizá sentiría algo de paz. Quizá moriría tranquila. Quizá no sentiría. Plácida muerte en todo caso.
Pero sigue aquí. Dentro de mí. Por él estoy así. Aunque debilitado, sigue recordándome su existir. Recorren lágrimas mis mejillas. La luz perdí al dejar de querer vivir. Olvidada en la agonía. Debatiéndome sobrevivir.
Dolores punzantes recorren mi cuerpo. Como cuchillos en manos en un matadero. Apuñalándome una y otra vez, con la sangre fría de destriparme sin medida. Ríos de sangre encharcando el suelo. Manchando las paredes de rojo negro intenso. Quizá no sangrara. Quizá no hubiera dentro de mí nada, con lo que salpicarles a la cara. No sé, como intento no sentir, no siento mi sangre recorrer mis venas aún en mí.

Si sangrara, quizá hubiera alguien expectante a tal matanza. Chupándose los dedos como mojas el pan en salsa. Degustando en todo caso. Abriendo apetito sin disimularlo.


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