Yo

martes, 26 de abril de 2011

Miedo de mí

Siempre a la misma hora..sola. Todos se han ido a dormir y me quedo sola, despierta, con los ojos como platos. No soy capaz de conciliar el sueño, hace tanto, que no logro recordar el momento en el que empezó mi relación con el insomnio. Pero a ello me he acostumbrado, así que no me perturba tampoco determinada circunstancia.  Sólo veo pasar las horas, y quizá aveces piense; "horas perdidas de sueño", pero nada traumático.
Lo que sí me traumatiza es notar su presencia. la mayoría de las noches, o leo un libro, o leo blogs, o escucho música, pero eso no hace que pierda sensibilidad para sentirla.  Si estoy abajo en el comedor no puedo evitar mirar de reojo la escalera, sin quererlo, no sé por qué preocupación miro hacia arriba, como si una sombra o si la cabeza de alguien me estuviera observando desde lejos. La verdad es que la llego a notar. Allí, mirándome. Tengo entonces que decirme a mí misma ¡Lee, lee!. O ¡Escucha la música! Aveces logro desconectar de nuevo y evadirme a determinado escenario en el que he sido transportada por cualquier escritor. O por cualquier músico al que me hubiera encantado asistir a su concierto.
Lo peor es cuando llega la hora de irme a acostar..menos mal que me acompaña mi fiel compañera, no puedo evitar sentirme mejor al saber que está a mis pies, velando por mí noche tras noche. Si la miro a ella, me siento mejor. Así que procuro mirarla un rato.
Aún peor, indudablemente, cuando no consigo cerrar mis ojos, descansar, desconectar y apagar. Vuelta aquí, vuelta allí... ¡Horror! Se me echa la oscuridad encima. No dejo de darle vueltas al coco, pensamientos, preocupaciones, inquietudes, incertidumbres, imaginaciones, divagaciones..el abanico de posibilidades es amplio. Intento de nuevo. Ésta vez se cierran mis párpados y procuro establecer en blanco mi fondo de escritorio personal. Pero de repente cuando consigo empezar a entrar en coma y dormilar, noto sus ojos en mí. De pie, a mi lado, estática. Una sombra en la tiniebla. Siniestra. Casi la noto respirar. No quiero abrir los ojos. Procuro mantener la compostura, pero me recorre un escalofrío todo el cuerpo, siento una sensación de frío. En mi estómago se abre un agujero negro de ansiedad que no me deja respirar. Mis pulsaciones aceleran a un ritmo vertiginoso. Poco a poco mi postura cambia a posición fetal, y mis sábanas tapan mi cabeza que apenas asoma ya. La noto tan cerca que creo que me va a tocar.
¡Joder! Por estímulo propio salgo de mi caparazón con arrebato, con valentía miro a mi alrededor. No hay nada. Mi perra asustada, mirándome, pensando que su dueña está desvariando. Puede ser...no digo que no.
Pero la he sentido, como lo siento todo a mi alrededor. He pensado en ella.
Sé que soy yo. Una prolongación de mí, que no deja de sentir lo que siento yo. Ahí está muchas veces, observándome desde la nada. Expectante a cualquier movimiento que haga. Evaluándome para sí misma. Muchas veces la veo tras de mí, viviendo sin vivir. Existiendo en mi penumbra, alimentándose de mis locuras, y de mi mente perturbada aún por exprimir. Por ello sigue ahí. Y creo estará eternamente. O por lo menos hasta que llegue mi muerte. Quizá entonces podamos debatir, de mis situaciones vividas y por las que me quedaron por vivir...

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