Yo

lunes, 3 de enero de 2022

Blanco y Negro

Mis días pasan. Mi campo de visión ve la vida pasar entre el blanco y negro, y color.
Una ráfaga de disparos en formato raw consigue una foto real del punto de extracción. Me extrapolo. Mi cuerpo físico se mantiene en el mismo plano, pero mi mente no coincide en el mismo lugar.
Viaja. Me encuentro en un negativo ya deteriorado por el paso del tiempo, pero éste tiene la maldición de obligarme a estar presente en la foto. 

Una secuencia de imágenes crean un movimiento continuo de desgarro en mis entrañas. Me encuentro in situ. 
Atravieso mi terror más absoluto entre llamas, soy consciente de que no puedo perderme, porque tengo que encontrarla y rescatarla. Ha llegado al límite. Ha pensado en abandonar y quemándome viva en el infierno, renazco de mis cenizas cuál Ave Fénix. Es necesario.

Me encuentro en una habitación pequeña que apenas puedo recordar. La imagen es distorsionada. Blanco y negro. Recuerda a una película antigua, alguien parece darle a la manivela del proyector. Su lentitud, a veces, resulta dañina.

Una enorme y oscura sombra tiene a la niña mirándolo de pie. Es demasiado pequeña. Su media sonrisa desmesurada y ésos ojos del mal no hacen más arder en la oscuridad y que mis uñas se claven en las palmas de mis manos. Sangran. Tiemblo en convulsiones. Mi temperatura baja y el aire poco a poco deja de entrar en mis pulmones, ellos mismos ejercen una apnea que me deja varios minutos sin respiración. Es raro porque cuando dejo de respirar mi dolor descansa. Casi es un descanso placentero. 

He sentido ésa clase de placer antes y no es bueno. Buscas desenchufarte y descansar, sin más. Crees que todo está bien. Pasamos lo que pasamos, vivimos lo que vivimos y creo que fue hasta bonito! mientras duró... Agotados, recurrimos a la apatía más absoluta sólo por el esfuerzo humano de poner un pie en el suelo cada mañana. Dícese mañana, como tarde, como noche o madrugada.
Te anulan. Te vejan. Te hieren. Te rompen. Te machacan. Y esperan desprenderse de ti. No te ves más que algo, no alguien, algo, que nada tiene derecho a sentir. Te sientes en deuda con la vida. Te exprimes gota a gota retorciendo tus manos hasta rozar la quemadura, porque crees deber "algo" a "alguien" por vivir.
Cargar un peso como ése y a medida que pasa el tiempo su indudable aumento, acaba pasando factura. 
Son muchas heridas que lamerme, curar y reponerme. 
Aparto ésa sombra con ira. Cojo a mi pequeña y me la llevo en brazos mientras mi mano derecha apoya con delicadeza su cabeza sobre mi cuello, con el único fin de ahorrarle ver más dolor.


Millones de escenas atormentan mi cabeza durante el día y agotada me siento de reptar por el suelo sin apenas aliento. Sentir que mis dedos no me acompañan y no se clavan en un asfalto lava. Me siento destruida. Mi fuerza desfallece. 
Pero me alimento de nuevos momentos. De bonitos recuerdos y gente que me quiere.

Va por mí, por los míos que sufren conmigo y por el simple derecho a vivir. Ésta vez de verdad.




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