Yo

lunes, 9 de mayo de 2011

Revólver en mano

Tremenda tormenta la que caía ahí fuera. El grito del relámpago se hizo notar con estruendo. Por la ventana no se veía nada. Lluvia y más lluvia que daba paso a la oscuridad más absoluta. Las 21h y no se oía ni un solo sonido que rompiera aquella tensión acumulada en su cuerpo. Sentada en una silla cutre. Apoyada con el codo en la mesa. El pelo largo apegado a su rostro mojado por caminar bajo el agua. Empapada. Calada su ropa abrazando su cuerpo con desesperado aliento. Sentía terrible frío. Congelada. Pero apenas temblaba. Aguantando el temple como la que se esconde de su asesino sin apenas expirar un suspiro.

Quizás ya era la hora. Había valorado cada segundo vivido en el infierno más enterrado. Y no había encontrado apenas rasquicio por el cuál inhalar un poco de aire fresco por el que poder respirar. Jodida vida. Hasta el hijo de puta más grande conocido encontraba la manera de trepar sin problemas de la mierda que le rodeaba. Que creaba. ¿Por qué ella no? ¿Por qué no era tan hija de puta como aquél? Lo había intentado una y otra vez. Sin resultado alguno. Quizás no era lo suficientemente inteligente como para lograr resolver tan rebuscado problema de ecuación mental. O quizás, tan sólo, se habría cansado de intentar...

Cogió el revólver. Apretó mandíbula. La tensión se le acumulaba en las muelas provocando un dolor desgarrador que le abría paso a sentir el lateral izquierdo de su cara dolorida. No le temblaba el pulso. Soltó seguro y abrió la recámara para comprobar el número de balas. Todas. Disparo seguro.
Sujetándola con las palmas de sus manos abiertas, la observó. Quiso matar tantas veces con ella.. Un único disparo. A un único objetivo. Quizás aveces a dos, pero alomejor por honor a su sangre, lo hubiera pensado mejor. Era gracioso que ése único disparo lo fuera a recibir ella. Ella que se había defendido toda su puta vida de su único objetivo a derribar. Ahora caía sin más.

Visualizó el cañón. Realmente no le afectaba. Simplemente observaba. Mantenía la cabeza fría. Mente en blanco. Pasaje a una eternidad tranquila. Sólo pensaba en el descanso. En la relajación posteriormente adquirida. Toda una vida de dolor ya lo merecía. Encontrar lo que llaman "la paz interior"...

Sin pensárselo dos veces encañonó el revólver a su sien. Retrocedió el martillo. El amartilleo provocó un giro en el barrilete provocando la alineación de una recámara con el cañón. Presionó el gatillo. El percutor durante el retorno pinchó violentamente el culote y provocó el disparo de la bala. ¡Buummmm!
La sangre salpicó toda la habitación. Pequeño habitáculo de motel. Triste. Como el final escojido para su vida. Dicen que no hay forma más covarde de morir...

Supongo que lo deben de decir aquéllos que no se sienten perturbados. Los que creen sentir la derrota por algún amor no correspondido de tres al cuarto. Por aquéllos que no entienden de dolor crónico derivado en horror. Afortunados todos ellos. Como llegó a ser ella afortunada, al cruzar la bala su cabeza, ya cansada..

De vivir estando muerta..


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