Yo

martes, 13 de diciembre de 2011

Enfurece

Mis manos se apoyan con fuerza en la pica. Mis brazos tensos, agarrotados, no dejan de temblar inconscientemente. Tengo miedo de mirar mi reflejo en el espejo. Tengo miedo de verla. Mi cara se oculta tras mi pelo mojado. Y mientras, no puedo dejar de hiperventilar. Sin descanso.
Intento recuperar fuerzas. Intento sacar valentía de rincones oscuros. De abandonar sollozos inoportunos.
Poco a poco alzo la vista al frente. Y de repente... Ella está ahí.
Me mira con soberbia. Menospreciando lo que tiene delante. Tiene la facilidad de hacerme daño al mirarme y mucho más si enfurece. Mi cuerpo tiembla. Agacho sin querer mi cabeza, dominada por su fuerza. Repentinamente grita y estalla en carcajadas de alevosía. Mis manos tapan mis oídos. Acción/reacción.
Grito llorando. ¡No!

Siempre está ahí. Oculta. Golpeándo con el puño en la mesa. Amenazándome con que en cualquier momento puede salir. O puede permanecer en mí, que es peor. Puede poseer mi otro yo, mi tranquilidad más absoluta, y puede volverme loca; de dolor, de rabia e indignación. Puede hacerme gritar, golpear, romper, cortarme también, y hacer sentirme insignificante dentro de mi ser.

Con el tiempo he aprendido a tratarla. Poco a poco a difuminarla. Aunque sé que vive en mí. Que siempre puede resurgir y arrasar con todo, con lo que tengo entre pecho y espalda, y que late de un modo u otro.

Mi cuerpo se resiente de su angustia más aguda. Inspiro. Expiro. Inspiro. Expiro. La miro de reojo apretando la pica tanto que me hago daño. Encajo dientes con fuerza y le grito ¡Fuera!. Se desvanece sonriendo sin ningún temor, avisándome de que sigue aquí. Que puede salir...

- Hasta próximo aviso, mi otro Yo....


Datos personales