Yo

jueves, 6 de julio de 2017

Mañanas

Son las 7.30h de la mañana. Asomo a la ventana. Cielo despejado. Otro día de asfixiante calor. Me preparo mi necesitado café con leche, y mis pies descalzos me llevan al balcón. Un taburete me espera y mi ansiado cigarrillo matutino. Hace un rato ya que amaneció y las calles se abrieron. Una ligera brisa fresca hace erizar mi piel, un escalofrío recorre mi cuerpo recién levantado. Me encanta esa sensación de despeje. Tres o cuatro almas recorren la calle. Absoluto silencio. Es tan agradable sentir tus pensamientos con absoluta nitidez...

Mi taza blanca, tan solo decorada con mis uñas pintadas en rojo sangre, reconforta mis entrañas con un ansiado calor. Llega el matadero. Puntual como siempre. Furgón de muerte. Se abren las puertas y aparecen los cuerpos. Colgados, mutilados, despellejados. Una atrocidad para veganos y vegetarianos. Camión descargado.
El sol empieza a asomar. La calle seca su baldosa mojada por la humedad, y dibuja sombras, de diminutas personas que madrugan su ansiedad.

El tiempo pasa y poco a poco una fila de hormigas desfila sin apenas pestañear. Obedientes a sus puestos, sin rechistar, y si lo hacen más vale que no se escuchen, pues puede peligrar su puesto y todos sabemos... " que la cosa está muy mal".
Cierro mis ojos y respiro, sintiendo el aire cómo acaricia mi cuerpo. Tan sólo dura unos momentos, pues saludos matutinos y conversaciones sinsentido empiezan a atormentar el silencio de un nuevo día. Olla de grillos. Llegó el momento. Mis pies me llevan dentro. Cierro la puerta, de nuevo silencio. Y no queda otra opción, que el aire acondicionado.

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