Porque cuando dejamos de crecer, empezamos a morir.
Muchas veces en mi vida me he preguntado por qué, sobretodo en mi niñez, preadolescencia y adolescencia. Mi vida era una farsa, vivía una película imaginaria donde representaba a una persona que ni siquiera conocía. Mi yo permanecía en un subconsciente, consciente en todo momento de todo lo que ocurría a mi alrededor, pero aún así sin capacidad de reacción. Posiblemente por mi corta edad, o inexperiéncia, y sobretodo miedo.´Todo de cara al escaparate. Creo que podría haber sacado provecho de mis dotes escénicos, pues mi puesta en escena era totalmente creíble, y mi cara reflejaba una normalidad y calma excepcional cuando en mi interior azotaba un huracán de tormentas por emociones y sentimientos encontrados. A cierta edad es controlable, pero a una determinada, antes nombrada, puede ser el principio del fin de una mente sana, y apoderarse un carácter perturbado abandonado de la mano de Dios(e.p.).

Supongo que eso da fuerzas para seguir, para subir. Emerger de la mierda donde te ahogaron y que, hoy por hoy, procuras olvidar.
Hace tres años renací. Volví a tener la oportunidad de ser yo realmente. Y creo que nunca he conseguido estar tan tranquila como ahora. Claro que de todo aprendes, todo hace crecer tu mente diariamente. Y claro que de todo se sale, respirar es un acto innato. "Respira, y sal de la mierda donde estés metida", una y otra vez me decía yo misma.
Lo mío me ha costado, y aún arrastro secuelas de cicatrices incurables, sangrantes, que me acostumbro a lamer cuando se abren. Hasta cerrarse. Hasta nuevo aviso. Algún bajoncillo... Pero de alguna manera, irremediable.
Por lo menos camino con la cabeza alta, orgullosa de ser quién soy. Y cómo soy. Para darle con la puerta en las narices a los que deseaban mi tumba cavada. Para mirarles a la cara y escupirles con todas mis ganas...
Para gritarle al viento que estoy aquí!
Libre. Feliz.