Yo

sábado, 16 de julio de 2011

Horror

La golpeó una y otra vez. No sufría dolor, pues los golpes en caliente pierden fuerza, y más si encuentras tu alma ausente. Un puñetazo le ocasionó el choque entre su cabeza y el filo de la bañera. Ya no recordaba por qué la pegaba ésta vez.. Le sangraba la oreja. Le había arrancado del golpe el pendiente, éste había desaparecido y en su lugar apareció sangre. Goteaba incesantemente. Poco le importaba. Seguía propinándole patadas. Desprecios. Insultos. Le escupió cuando hubo acabado. Y cerró dando un portazo. Se quedó sentada, apoyada en la pared. Iban pasando los minutos e iba apareciendo el dolor. Creía sentir partes de su cuerpo que desconocía. Poco a poco se fue arrastrando hacia la pica. Gateando, como hacía de cría. Seguía siendo una cría. Apenas alcanzaba los 12 años, pero su alma parecía tener 34.
Apoyándose, miró su cara en el espejo. Era incapaz de llorar. Las magulladuras en su cuerpo habían adquirido cierta costumbre a la vista. Dejó caer el agua del grifo, y con las manos en forma de cuenco lavó su cara ensangrentada. Se miraba fijamente a los ojos... Quizás preguntándose ¿Por qué? o ¿Hasta cuándo? o ¿Cómo puedo escapar de aquí sin que me mate? Preguntas que no albergaban respuestas dignas para ciertos echos. Ciertos sentimientos creados, o ciertos tratos humanos...
Miedo le daba salir. Aunque su habitación estaba justo al lado del lavabo, su sola presencia creaba una sensación de pavor atroz. Finalmente salió. Giró tan rápido como pudo y se metió en su habitación. Acostándose en su cama. En posición fetal, como siempre parecían paliar sus dolores. Sin procurar pensar en nada más que en el blanco de la pared. Contando los agujeros, ésta vez, procurando hacer posible un tupido velo rojo macabro. Así pasó las horas, quedándose dormida como una perra herida. Oscureció y temiendo llegar el momento con consternación, procuraba hacerse la dormida.
Parecía olerlo. Parecía sentir en qué momento llegaría su tortura más deshinibida. Y allí estaba de nuevo..
Poco a poco se fue abriendo la puerta, intentando no crear el más mínimo ruido y avisando de su existencia. La luz del pasillo entró cautelosa en la habitación. Ella no se movía, procuraba no pensar en nada.
Sin más, apagó la luz.. cerró la puerta..


Otra vez el infierno había llegado..

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