Yo

jueves, 15 de marzo de 2012

Vida de perras


En su tez blanca resaltaba el carmín rojo barato. La sombra de ojos negra y el rimel corrido de sus pestañas describían cansancio. Caminaba hacia su cárcel como cerdo degollado, sangrando a borbotones su calvario, pues el caminar lento y su mirada fija al infinito provocaban una visión abstracta del destino. La luz roja cansaba ya su vista, y los cuatro peldaños a escalar hacía la acolchada plataforma no hacían más que realzar el significado de los barrotes negros que acariciaba con desespero al pasear su cuerpo sin alma por las cabinas del deseo. La dosis de droga esnifada por su nariz putrefacta elevaba su mente a un desvarío constante, suficiente como para aguantar el tiempo estipulado.


Bailaba hipnotizada. Creyendo ser la dueña del vacío interno que la gobernaba. Ausente. Paseaba por delante de escaparates como trozo de carne jugoso y apetitoso. Casi delirante. Sus ojos mutaban a un burdeos intenso, poco a poco ardía en llamas, creando fuego. Mirada desafiante. Con la chulería y la prepotencia necesaria para venderse en el mercado negro. En ocasiones fijaba su atención en la persona que visitaba su celda de loba encerrada. Sintiendo un odio interno que disfrazaba con sonrisa sarcástica mientras deslizada su lengua por la fría barra situada en medio de la tarima.
Observar aquellas caras no tenía precio. No el suficiente para pagar la pérdida del sentimiento. Pues se había convertido sin querer en un saco roto. Perdiéndose en un mundo de oscuridad, de luces rojas, de drogas, de botellas que no parecían tener fin, más que el que imaginara de vez en cuando como vía de escape.

Sonaba la sirena, señal de su final de tiempo. Bajaba las escaleras apoyándose en las paredes, perdiendo el equilibrio en sus talones de vértigo, y no por no dominarlos en ningún caso, sino por el estado en que su cuerpo, letargado, sufría efectos secundarios.

Vistiéndose como alma que llevaba el diablo desaparecía dando portazo a un mundo de contrabando. Hasta nuevo aviso. Hasta que las malditas manetas del reloj apuntaran la hora señalada y llegara el momento de volver a recorrer su particular "corredor de la muerte"...

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