Yo

jueves, 16 de febrero de 2012

Huellas

Siento un dolor, aquí en el pecho, que me corroe por dentro. Una sensación extraña que me recorre el cuerpo entero, percibiendo como batallan en mi estómago diferentes emociones sin sustento. A veces me causan bajón, otras ilusión, y otras me joden a patadas con alevosía y resquemor...
Intento con todas mis fuerzas arrancar, por algún posible resquicio, echando mano de garras y uñas, deshacerme de tal hechizo. Imposible hasta el momento. Vomito palabras que me alienten hacia una esperanza de alcanzar dicha hazaña... Despellejarme la piel a tiras, pues lo que importa anda en protegida, de barrotes de hueso humano llamados costillas.

Grito en silencio a la vida misma, a aquellos que lo llaman amor, muchos lo llamamos hipocresía.
Lluvia ácida en desmedida, para mi cara, mi cuerpo y mi alma. Una lenta agonía. Por lo que pasamos en ésta y en otra vidas. Por lo que nos queda por vivir, gritar, gemir. Sentir.

Pasos doy a destajo, huyendo de un posible afecto, un sentimiento vetado. Un virus, hecho mal trago, como si ratas buscaran su agujero en mi lado más tocado. Donde me cosen la boca con cuero, donde me obligan a mirar hacia el cielo, y en éste, nuestro universo, contemplo las estrellas mientras mis lágrimas recorren por mi mejilla cuando pienso que te quiero. Una estrella brilla en el firmamento y otra, se apaga, por falta de aliento. Por falta de manos que crucen otras manos, que no encuentren el desacuerdo. Que busquen su dolor más innato. Que tu sangre sea la mía, que el aire que tu respires me mantenga a mí con vida.
Que las huellas que dejas por el camino sean las que yo siga algún día...



Mañanas

Despertó. Abrió los ojos mareada sin saber bien dónde estaba. Los rayos del sol entraron por su ventana avisándole del nuevo día. Y ella... queriendo desaparecer. Largarse lejos de aquí, donde nadie la conociera, ni ella conociera a nadie. Donde tuviera que empezar desde cero sin pensar en nada, ni en nadie.
Su cama se apoderaba de su cuerpo sin mediar palabra, y ella, se dejaba apática. Con la mente en standby,  mirando la blanca nada del techo.

Se dejó arrastrar hasta el piso de abajo, la necesidad de café era la orden más inmediata. Su cabeza debía  reponerse y empezar de nuevo a funcionar, aunque ganas no encontraba. El tiempo concedió una tregua y el sol calentaba con fuerza, agarró su café y su cigarro y se sentó en el porche a cargarse de energía. Bienvenido el sol a su piel, blanca, de esconderse en harapos para refugiarse del frío. Alimentaba su calma, escuchando a los pájaros que volteaban en el árbol vecino. Cerrando los ojos lograba una paz algo anhelada.
De vez en cuando los abria, y observaba el color intenso de las flores avisando la cercana llegada de la primavera. Rosa fucsia, amarillo intenso, violeta estridente y verde, mucho verde, mucha fuerza otorgada sobre un color, el de la esperanza dicen... Esperanza era lo que tenía ella, de reencontrarse consigo misma y volver a sentir. Incapacitada hasta el momento por las heridas ocasionadas en el tiempo. Un reencuentro con su cuerpo, con su alma y su sentimiento, era lo que más necesitaba...

Flashes cargados de emociones le llegaban al recordar, momentos vividos, sentidos, todos ellos agradecidos. Sonríe. Sensación de bienestar. Quizás en ese momento evite el pensar en ése preciso pensamiento que tuvo al despertar. En desaparecer. En escapar. Quizás al fin y al cabo, aquí no esté tan mal..

A veces se representaba en agua, en el cauce que recorre desde su nacimiento hasta su fin. Así quería recorrer ella vida, fluyendo desde su renacer hasta su porvenir, aquél que nunca llega, por que aún está por llegar...

¿Quién sabe dónde le llevará la corriente? Esa por la que tanto se deja llevar, balancear, mecer, en aguas calmadas y en aguas bravas también... aquellas que la mareaban, la agitaban, la emocionaban (necesarias) y la arrastraban de nuevo a esa calma después tan deseada...

Como siempre, se dejaba llevar...



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